29/8/08

Una real precursora del turismo rural

Una redactora estadounidense relata en un libro la visita que la hermana de Alfonso XII, la infanta Eulalia, realizó a Baza, Gor y Guadix en 1910

Fue en aquellos tiempos en el que el gruñir de los motores de los primeros coches comenzaban a devorar kilómetros, cuando el horizonte de los viajeros se ensanchó y cuando las bibliotecas -y las mentes- se comenzaron a llenar de libros que contaban las historias de los primeros viajeros. Uno de aquellos viajes fue el que protagonizó la infanta doña Eulalia de Borbón, hija de Isabel II, hermana de Alfonso XII y la infanta doña Isabel, más conocida como 'La Chata'.

La infanta doña Eulalia fue conocida por su carácter «levantisco» -asegura la Wikipedia en su biografía-, fue autora del libro 'La Condesa de Ávila', censurado por el propio rey por su carácter feminista y, además, escandalizó a los Corte de su tiempo con el divorcio de su primo Antonio de Orleans y Borbón. Uno de los gustos de la infanta fue viajar, algo que en aquella época era un placer limitado a las clases adineradas o la nobleza.

Uno de sus viajes se narra en el libro 'Royal Spain Today' de la estadounidense Tryphosa Bates-Batcheller. En ese viaje se recogen sus vivencias en distintos puntos de la provincia de Granada y un interesante archivo fotográfico de Guadix en 1910. En este libro se relata el viaje de la infanta, la propia autora y el chófer, Fussy.

Gitanos y bandoleros

En la traducción de María Teresa Molina y Manolo Magán, se ve la peculiar visión de la autora americana tanto del paisaje como de las puntos por los que discurría su viaje. En el tramo de la visita desde Chirivel a Baza habla, por ejemplo, de la presencia de «auténticos gitanos españoles» y su sorpresa por verlos salir de «un montón de obscuros agujeros a ambos lados» (de la carretera). La autora afirma que «uno no podía pedir de ningún escenario de ningún teatro un más pintoresco grupo de bandoleros».

Su llegada a Baza la relata como un alivio tras este episodio y cuenta que «por fin en una cuesta nos encantó ver un grupo de casas, que las identificamos a través de nuestro mapa como Baza».

En su relato también describe su sorpresa por las chimeneas como «pirámides» humeantes en Gor: «De repente vimos algo increíblemente curioso, algo que no habíamos visto nunca antes; cientos y cientos de pequeñas pirámides grises se alzaban de la tierra irregularmente sobre un gran trozo de terreno que de repente estaba lleno de colinas». Según cuenta Tryphosa Bates-Batcheller se trataba del pueblo de Gor, que es mencionado en pocos mapas.

Bates-Batcheller describe su primera visión de Guadix y subraya los contrastes que casi un siglo después siguen sorprendiendo: la nieve, las cuevas y la catedral. En su texto afirma: «Uno no puedo imaginar vista mas magnífica que ésta, de los picos majestuosos llenos de nieve cuya base se alzaba una cordillera de roca volcánica y, debajo, un grupo de casas que formaban el pueblo de Guadix. Por fin pudimos ver la gran catedral barroca que contrastaba totalmente con las pequeñas chimeneas blanqueadas que parecían ser indicador de cuevas elegantes comparadas con las más primitivas cuevas que habíamos visto en el desierto».

De su paso por Guadix explica su almuerzo en la Fonda del Comercio. Allí comieron en un salón privado dispuesto para la ocasión un cocido -«la sopa nacional española»- y merluza frita. También se refiere al río 'Guadiana Menor', razón por la que, según la autora, los moriscos llamaron a «este pueblo en el que encontraron agua» Guadix (Agua de la vida), «pero antes de los moros había una colonia importante romana aquí y más tarde fue la sede del obispo visigodo», apunta Bates-Batcheller.

En el relato de su visita a Guadix también hace referencia a Pedro Antonio de Alarcón, del que hace una breve semblanza y un recorrido por su trayectoria política: «Fue también aquí en 1833 que Pedro Antonio de Alarcón nació aunque perteneciente a una familia andaluza, él estudió en la Universidad de Granada. Como todos los hombres jóvenes de esa época en España, se interesó muchísimo en la política y fue un republicano anticlerical por muchos años». Y añade que «él, por fin, se dio cuenta de lo fútil que era la España Republicana y apoyaba la idea por bastante tiempo antes de que ocurriera el regreso de Alfonso XII».

El abandono de la carretera que unía Guadix con Granada impidió que su coche pudiese continuar por una carretera que -ayer como hoy- desde que la construyó Napoleón «no se había arreglado». El contratiempo permitió a la infanta Eulalia y a la viajera americana hacer una visita nocturna a Guadix, comprar postales o ver desde el río las cuevas y sorprenderse por el trabajo que muchos de sus propietarios invertían en ellas: «Muchos de estas nos dijeron son muy elaboradas y que las chimeneas de estas cuevas con aire de ciudad son altas con una construcción grande y blanqueadas. Por cierto, se dice que un cura gasto treinta mil pesetas en decorar su casa subterránea de muchas habitaciones».

El bosque de Baza

Sobre las impresiones de su paso por Baza relata como el rey Fernando eliminó por razones estratégicas los bosques que rodeaban la ciudad en su toma. En el retrato de Bates-Batcheller se cuenta así: «Entre los laberintos de árboles los cristianos sufrieron terriblemente en la batalla contra los moriscos y el rey Fernando dudó si continuar o retroceder. Así que pidió consejo a su gran consorte, Isabel. La reina mostró su tacto y cortesía de esposa y aún así, su valentía excelente y su sentido común fueron lo que le ayudaron a responder. Ella dejó la política de retroceder o continuar -como Irving nos dice- a que fuese una decisión del rey y sus capitanes (...). Bajo estas circunstancias Fernando pudo hacer poco más que continuar y no pasó tiempo hasta que los bellos bosques y jardines de la época morisca pasaran a ser una cosa del pasado».

Las comodidades no acompañaban precisamente a los aventurados viajeros de de los primeros años del siglo XX. Las carreteras no daban para elegir gasolinera y así Bates-Batcheller cuenta como abastecieron de gasolina en Baza:

«Anduvimos por una calle muy empinada del pueblo siempre preguntando por gasolina, una comodidad que parece no estar en demanda en esta parte del mundo -supongo que pocos coches hayan pasado por aquí-. Finalmente encontramos una tienda de ultramarinos y compramos gasolina con medidas de cucharilla a un precio que parecía muy alto en proporción a la cantidad que era pequeña. De todas formas cogimos toda la que tenían».

J.J.PÉREZ - IDEAL.ES

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